Los múltiples y monumentales edificios de la gran explanada de Chichén Itzá están presididos por la Pirámide de Kukulcán,
llamado por muchos "el Castillo", uno de los edificios más notables de
la arquitectura maya. Es una pirámide de cuatro lados que culmina en un
templo rectangular. Se asienta sobre una plataforma rectangular de 55,5
metros de ancho y tiene una altura de 24 metros. Cada lado de la
pirámide tiene una gran escalinata, 91 escalones por lado y 1 más que
conduce al templo superior, dando 365 escalones, uno por día del año.
Balaustradas de piedra flanquean cada escalera, y en la base de la
escalinata norte se asientan dos colosales cabezas de serpientes
emplumadas, efigies del dios Kukulcán. Es en estas escalinatas y muy
particularmente en sus pretiles o balaustradas, donde se proyectan
durante el transcurso del día equinoccial,
las sombras de las aristas de las plataformas o basamentos
superpuestos, que integran el gran edificio, configurándose así la
imagen del cuerpo de la serpiente-dios, que al paso de las horas parece
moverse descendiendo y rematando en la mencionadacabeza pétrea situada
en la base inferior de la escalinata.
Es en este juego de luz y sombra, que representa la "bajada" de Kukulcán
a la tierra, como quisieron los mayas simbolizar el mandato superior de
acudir a la labor agrícola, ante la inminencia de la llegada de las
lluvias, al concluir el mes de marzo en que se inicia la temporada de
siembra de la milpa en la región.
Queda evidente la íntima relación que hicieron, los inventores de
semejante montaje, de su conocimiento astronómico, aplicado a la
arquitectura, en un entorno religioso y para un fin estrictamente
político de liderazgo de masas, que debían concurrir puntualmente a la
cita de una ardua tarea de supervivencia: la del pesado trabajo agrícola
de su cultivo esencial, el maíz, base de su alimentación. Se infiere,
por ende, que ese espectáculo que hoy vemos como mágico, tenía que ver
con la estabilidad social de los mayas.